lunes, 12 de julio de 2010

Palabras del P. Predicador - Historia

LA VIRGEN DEL CARMEN, UNA DEVOCIÓN VENIDA DE ORIENTE



Manuel Diego Sánchez, carmelita


En las primeras décadas del siglo XIII, en la falda del Monte Carmelo que mira a Haifa (Palestina), se establecieron unos ermitaños latinos queriendo seguir el ideal del profeta Elías, cuya figura estaba ligada a aquellos lugares desde los tiempos bíblicos. Tuvieron la ocurrencia de dedicar la capilla que estaba en medio de las celdas a Santa María, y desde entonces comenzaron a ser conocidos comos los “Hermanos de Santa María del Monte Carmelo”. Allí, por tanto, nació este titulo mariano que, al tener que abandonar la Tierra Santa en el mismo siglo a causa de la invasión musulmana y emigrar a Europa, se extendió por todo el continente. Los Carmelitas siempre solían dedicar sus iglesias a la Virgen. Entonces, de la misma tierra de Jesús y de un contexto geográfico muy cercano al mar, nos viene esta devoción mariana tan querida y difundida por Cantabria, a la vez tierra de montaña y de mar.

Resulta enigmático que en esta tierra de Cantabria primero haya venido la devoción a la Virgen del Carmen y luego la presencia de la Orden de los carmelitas; las fundaciones carmelitas son más bien un hecho tardío. Han sido las gentes del mar y el pueblo sencillo de la montaña quienes han implantado por estas tierras el amor a la Virgen marinera. La primera fundación carmelitana de Cantabria se hizo en la misma capital, Santander, cuando se establecieron las Carmelitas Descalzas (1877), luego trasladadas a Maliaño. En el mismo año se fundó el Carmelo de Ruiloba (1877). Años después fundarían los frailes en la ciudad de Santander (1902) y, posteriormente, en Reinosa (1930), una presencia de la que acabamos de celebrar los 75 años; también existe un convento de vida contemplativa, el Desierto de Hoz de Anero (1905). La última fundación es la del Carmelo de Torrelavega (1961). De este modo ahora son los hijos e hijas de Santa Teresa y San Juan de la Cruz los encargados de propagar y mantener esta devoción a la Virgen por estas tierras.

La Virgen del Carmen, o Santa María del Monte Carmelo, como era su título primigenio, tiene, por tanto, un origen palestino, de la tierra misma de Jesús, no lejos de Nazaret y, sobre todo, nació ya vinculada al mar. Es una devoción mariana ligada a la historia de una Orden o familia religiosa, la de los Carmelitas, por lo que venerar a la Virgen del Carmen quiere decir hacerlo como siempre lo han hecho los Carmelitas. Es además una devoción mariana que depende de la rica tradición espiritual y mística de esta Orden. La mística carmelitana representada por figuras como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresita del Niño Jesús, Isabel de la Trinidad, Edith Stein, es una de las corrientes místicas más fecundas y universales de la Iglesia Católica, en cuya doctrina la presencia de María no es casual. La Virgen representa la mejor realización de ese ideal espiritual. Por lo que si es verdad que será conocida sobre todo como la Virgen del escapulario que ofrece ayuda en la salvación, en los peligros de la vida cristiana y del mar; pero también es la Virgen de la contemplación, la Virgen de la unión con Dios que nos ayuda en esa ardua tarea de escalar el monte de la perfección. Su mismo título (Santa María del Monte Carmelo) nos recuerda que la vida cristiana es escalada, subida hasta la cumbre del monte donde habita Dios.

Tendremos que recuperar mucho en este sentido más original, es decir, a través de la Virgen del Carmen descubrir y cultivar esa necesaria dimensión contemplativa de nuestra vida cristiana. Y solo así estaremos en comunión con la mejor tradición mística de la Iglesia, la del Carmelo.



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