Oh Señor, que en tu cruz has salvado al mundo, nosotros te reconocemos como el amigo y liberador de los hombres. A pesar de nuestra miseria y nuestro pecado, no te traicionaremos como Judas, sino que como el buen ladrón te pedimos: ¡Acuérdate de nosotros, Señor, en tu reino! No mires nuestra indignidad. Enséñanos con amor elocuente a seguirte siempre en tu camino, a tomar contigo la cruz de cada día. Tú que eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. AMÉN.
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