Hay en la tierra
un árbol maravilloso,
cuya raíz, ¡oh misterio!,
se encuentra en el cielo.
Acogido a su sombra,
nada ni nadie te podrá alcanzar;
sin miedo a la tormenta,
bajo él puedes descansar.
El árbol inefable
lleva por nombre «amor».
Su fruto deleitable
se llama «el abandono».
Ya en esta misma vida
este fruto me da felicidad,
mi alma se recrea
con su divino aroma.
Al tocarlo mi mano,
me parece un tesoro.
Al llevarlo a la boca,
me parece más dulce todavía.
Un mar de paz me da ya
en este mundo,
y en esta paz profunda
descanso para siempre.
Sólo el abandono
me entrega a tus brazos,
¡oh Jesús mío!,
y es el que me hace vivir
la vida de tus elegidos.”
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