martes, 14 de abril de 2009

Mensaje del Obispo para la Pascua

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander
¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!. Esta es la feliz noticia, que suena a pregón de fiesta en la mañana de la Pascua. Este anuncio ha recorrido los siglos y llega cada año en la primavera hasta cada uno de nosotros para inundarnos de gozo y fortalecer nuestra esperanza.
La Pascua de Resurrección es un tiempo para la alegría, porque el Señor “es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida” (Prefacio Pascual I). Finalmente triunfó la vida. Ahora la última palabra la tiene no la muerte, sino la vida, por eso podemos saltar de júbilo y cantar, porque Dios ha hecho maravillas. “Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Psalmo 117).
“En la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos” (Prefacio Pascual II). Jesucristo Resucitado, que ya no muere más y vive para siempre, garantiza la perenne resurrección del hombre. “Pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Cor 5, 17). Todo proyecto y designio del ser humano, esta noble y frágil criatura, tiene desde ahora un nuevo ‘nombre’ en Cristo Resucitado de entre los muertos. A partir de Cristo nada es igual, pues tenemos una vida inigualable. “Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su
Señor y Maestro” (Vaticano II, GS 10).
La resurrección nos convierte en testigos alegres y esperanzados de Cristo el gran viviente. Celebrar la Pascua es empezar a vivirla con signos de resurrección:
- La luz, que ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza.
- La alegría. “Cristo, alegría del mundo, resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana que anuncia su esplendor al universo!”(Himno de laudes).
- La esperanza, que nos da fortaleza para vencer los temores, superar las
contrariedades de la vida, soportar los sufrimientos, y llevar la cruz.
- La paz, que el mundo no puede dar, es posible desde Cristo Resucitado. Que la tentación de la venganza abra paso a la valentía del perdón y la reconciliación; que la cultura de la vida haga vana la lógica de la muerte; que la confianza vuelva a reanimar la vida de los pueblos.
- El amor, que es perdón y gracia salvadora del Resucitado, que nos invita a amar, sirviendo, creando unidad, dando testimonio. En el amor está la libertad; radica la santidad; se manifiesta la vida. Sólo el que ama es libre. Sólo el que ama vive y no gustará la muerte para siempre.
Que la Virgen María, la Reina del cielo, Madre del Redentor, que en la hora del dolor tuvo encendida la lámpara de la esperanza, nos enseñe a nosotros a ser testigos esperanzados de la Resurrección de Cristo en esta hora del mundo y de la Iglesia.
Para todos, queridos diocesanos de Santander y hombres de buena voluntad, mis mejores deseos de una feliz Pascua de Resurrección.

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