Oh Cristo, Tú eres mi Rey.
Dame un corazón como el tuyo.
Dame un corazón grande en mi vida: escogiendo lo que se eleva y no lo que se arrastra.
Grande en mi trabajo: no viendo la carga que se me impone, sino la misión que se me confía.
Grande en mi sufrimiento: llevando con alegría mi cruz y siendo cirineo para los demás.
Grande con el mundo: perdonando sus pequeñeces y no cediendo a sus engaños.
Grande con los hombres: leal con todos, servicial con los necesitados y llevando a ti a todos los que me aman.
Grande con mis superiores: viendo en su autoridad la belleza de tu rostro.
Grande conmigo mismo: no encerrándome en mí, sino apoyándome en ti.
Grande contigo, oh Cristo: feliz de vivir para servirte, feliz de morir para verte.
Así sea.
(P. Tirso Arellano, S.I.)
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