Alma mía, ama a un Dios arrestado como reo por ti, a un Dios flagelado como esclavo por ti, a un Dios hecho rey de burlas por ti, a un Dios, finalmente, muerto en cruz como malhechor por ti.
Sí, Salvador mío, Dios mío, te amo, te amo; recuérdame siempre cuánto padeciste por mí, para que yo no vuelva a olvidarme de amarte.
Cordeles que atasteis a Jesús, atadme también a mí con él; espinas que coronasteis a Jesús, heridme de amor por él; clavos que clavasteis a Jesús, clavadme en la cruz con él, para que con él viva y muera.
Sangre de Jesús, embriágame en tu santo amor; muerte de Jesús, hazme morir a todo afecto terreno; pies traspasados de mi Señor, os abrazo para que me libréis de las penas del infierno.
¡Oh María, Madre de mi Salvador y refugio de pecadores!, ayuda a un pecador que quiere amar a Dios y a ti se encomienda: por el amor que tienes a Dios, ven en mi socorro.
(San Alfonso María de Ligorio)
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