jueves, 9 de febrero de 2012

¡Ay de mi, mi Señor!

Si descubriéndote pensara que, con tenerte,
ya es suficiente.
Si, amándote como yo te amo,
guardase todo ese caudal de vida y de amor
en el cofre de mis propios intereses
en el silencio de mi cómoda cobardía.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si, sintiéndome tocado por tu mano
las mías se cerrasen a los que, sin saber que existes,
están llamados a ser más felices
porque desconocen que, Tú Señor,
los amas antes de conocerte.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si el fuego que arde en mis entrañas
lo dejo apagar con el agua de mi tibieza
si no lo enciendo con el ardor de mi entusiasmo
si permito que, el viento de la pereza,
lo reduzca a simples cenizas o vagos recuerdos.
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si habiendo dado contigo
me acobardo por la dureza del mundo
y finjo no conocerte, amarte ni seguirte
Si habiéndote escuchado tus palabras
quedaron en el olvido, ineficaces
sin ser brújula de las grandes horas de mi vida
¡AY DE MI, MI SEÑOR!
Si me siento seguro de mi mismo
si, lejos de caminar contigo,
prefiero caminos y atajos que llevan al precipicio
Si creyéndome libre, soy esclavo del mundo
Si pensado ser feliz, en el fondo soy desdichado
¡AY DE MI, MI SEÑOR, SI NO HABLASE DE TI!
Cuánto perdería el mundo, por no conocerte
Y cuánto perdería yo….por no demostrarte
con palabras y obras
que es mi deber, antes de cerrar los ojos al mundo,
llevarte como la mejor noticia
a este mundo que grita no saber quién eres.
Amén.
Javier Leoz

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