“Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a
tu oveja inválida, se ha ido errando tu oveja para que tú anduvieras recorriendo
los montes. Deja las noventa y nueve y ven a buscar a esa que está perdida. Ven
sin perros, ven que ya hace tiempo que espero tu venida. Ya sé que estás para
llegar. Ven sin bastón, pero con amor y actitud clemente. Ven a mí que he estado
vagando, lejos de tu rebaño, por los montes.
Búscame porque yo te busco. Rodéame,
encuéntrame, levántame, llévame. Tú puedes encontrar lo que buscas. Tú aceptas
llevar sobre ti lo que has encontrado. No te fastidia un peso de amor. Ven,
pues, Señor, porque tú eres el único que puede hacer volver a una oveja
vagabunda sin contristar a las que has dejado, porque también ellas se alegran
del retorno del pecador. Ven ejecutar la salvación a la tierra, la gloria en el
cielo”.
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