Himno de gozo y agradecimiento. Se ha pensado que su autor fue San Ambrosio, también San Agustín, también San Hilario. Ahora más bien se atribuye a Nicetas, obispo de Remesiana, en el siglo IV. Los versos finales de petición fueron añadidos más tarde y pueden omitirse. La liturgia de la Iglesia lo usa con frecuencia en la Liturgia de las Horas y en las grandes festividades. Los cristianos recurren también a él cuando quieren dar gracias, pública y colectivamente, por algún acontecimiento.
- A Ti, oh Dios, te alabamos,
- a Ti, Señor, te reconocemos.
- A Ti, eterno Padre,
- te venera toda la creación.
- Los ángeles todos, los cielos
- y todas las potestades te honran.
- Los querubines y serafines
- te cantan sin cesar:
- Santo, Santo, Santo es el Señor,
- Dios de los ejércitos.
- Los cielos y la tierra
- están llenos de la majestad de tu gloria.
- A Ti te ensalza
- el glorioso coro de los apóstoles,
- la multitud admirable de los profetas,
- el blanco ejército de los mártires.
- A Ti la Iglesia santa,
- extendida por toda la tierra,
- te aclama:
- Padre de inmensa majestad,
- Hijo único y verdadero, digno de adoración,
- Espíritu Santo, Defensor.
- Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
- Tú eres el Hijo único del Padre.
- Tú, para liberar al hombre,
- aceptaste la condición humana
- sin desdeñar el seno de la Virgen.
- Tú, rotas las cadenas de la muerte,
- abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
- Tú sentado a la derecha de Dios
- en la gloria del Padre.
- Creemos que un día
- has de venir como juez.
- Te rogamos, pues,
- que vengas en ayuda de tus siervos,
- a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
- Haz que en la Gloria eterna
- nos asociemos a tus santos.
- Salva a tu pueblo, Señor,
- y bendice tu heredad.
- Sé su pastor
- y ensálzalo eternamente.
- Día tras día te bendecimos
- y alabamos tu nombre para siempre,
- por eternidad de eternidades.
- Dígnate, Señor, en este día
- guardarnos del pecado.
- Ten piedad de nosotros, Señor,
- ten piedad de nosotros.
- Que tu misericordia, Señor,
- venga sobre nosotros,
- como lo esperamos de Tí.
- En Tí, Señor, confié,
- no me veré defraudado para siempre.
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