Sólo el amor halló tal sacerdocio:
el vino de la copa ya no es vino,
el pan es hoy la entrega de su cuerpo,
y en su nombre consagran sus ministros.
No quiso recibir aquella unción
que hacía sacerdotes interinos;
no se purificó, no entró en el templo
con la san re de extraños sacrificios.
No vistió la esplendente vestidura,
puesto en cruz, sin honor y malherido;
ni dio la bendición con gesto augusto
desde el altar, muriendo entre bandidos.
El rito fue el amor y la obediencia,
la ofrenda fue la Pascua de sí mismo;
viviendo entre nosotros fue pontífice
y de sus días hizo su servicio.
Gloria a ti, Jesucristo, nuestro hermano,
que fuiste sacerdote compasivo;
intercede glorioso ante tu Padre,
con quien vives y reinas por los siglos.
Amén.
Cantan tu gloria, Cristo Sacerdote,
los cielos y la tierra:
a ti que por amor te hiciste hombre
y al Padre como víctima te ofrendas.
Tu sacrificio nos abrió las puertas,
de par en par, del cielo;
ante el trono de Dios, es elocuente
tu holocausto en la cruz y tu silencio.
Todos los sacrificios del los hombres
quedaron abolidos:
todos eran figuras que anunciaban
al Sacerdote eterno, Jesucristo.
No te basta el morir, que quieres darnos
alimento de vida:
quedarte con nosotros y ofrecerte
sobre el altar: hacerte eucaristía.
Clavado en cruz nos miras, te miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda.
Amén.
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