San Maximiliano Kolbe (1894-1941), franciscano, mártir
Esforcémonos para amar al Señor con el corazón de la Inmaculada, de recibirlo con su corazón, de alabarle con las actitudes de ella, de reparar, agradecer, aunque no lo comprendamos y, sin embargo, es la realidad. Es a través de su corazón, de sus actitudes que alabamos al Señor Jesús. Si verdaderamente es ella quien ama y glorifica a Jesús a través nuestro, es que somos sus instrumentos.
Ella sola nos va a enseñar cómo amar al Señor Jesús mucho mejor, sin comparación, que todos los libros y todos los maestros. Ella nos enseña a amarle tal como ella le ama. Y todo nuestro esfuerzo debe tender a que sea ella sola, con nuestro corazón, la que ame al Señor Jesús.
Sólo el alma poseída por el amor de Dios saca de ella todo lo que le estorba. Todo se concentra en el amor de Dios. Y ahora ¡quién ama más a Jesús pobre y crucificado, en el pesebre, que la Madre santísima! Nadie en el mundo, ni tan sólo entre los ángeles ama ni ha amado tan ardientemente al Señor Jesús como la Madre de Dios... La Inmaculada es el desarrollo total del amor divino en nuestras almas y el medio para acercarnos al corazón de Jesús.
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