miércoles, 23 de marzo de 2011
He venido a llamar a los pecadores para que se conviertan
Cristo crucificado nos llama a grandes voces. Colgado en el tormento, ofrece la paz. Se dirigí a ti con deseos de verte abrazado en el amor: “¡Considera esto, querido! Yo, el Creador sin límites, he desposado la carne para hacer capaz de nacer de mujer. Yo, Dios, me he presentado a los pobres como compañero. He elegido una Madre humilde. He comido con los publicanos. Los pecadores no han inspirado aversión. He soportado a los perseguidores. He padecido flagelación y me he humillado hasta la muerte en cruz. ¿Qué he debido hacer que no haya hecho? He abierto mi costado a la lanza. He dejado traspasar mis manos y mis pies. ¿Por qué no miras mi cuerpo ensangrentado? ¿Cómo no prestas atención a mi cabeza inclinada?
He pasado por ser un condenado cualquiera, y ahora, hundido en el sufrimiento, muero por ti para que tú vivas por mí. Si te tienes un poco, sino tratas de desembarazarte de las redes de la muerte, arrepiéntete por lo menos ahora por respeto a mí, que he vertido el bálsamo precioso de mi propia sangre. Mírame a punto de morir y detente en la pendiente del pecado. Sí, deja de pecar: ¡me has costado tanto! Te he adquierido como lo que me toca en herencia, de suerte que no seas poseído por nadie más. Entrégate totalmente a mí que me entregue totalmente por ti.”
RICHARD ROLLE
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