Jesucristo nos ha redimido con su muerte y resurrección. Imploramos su misericordia:
R/ Mira, Señor, al pueblo que te invoca.
Tú, que caminaste hacia Jerusalén para que se cumpliera lo que estaba profetizado,
- concede a tu Iglesia para que pueda cumplir su misión en el mundo.
Tú, que clavado en la cruz fuiste traspasado por la lanza del soldado,
- cura las heridas de nuestro corazón.
Tú, que hiciste del madero de la cruz un árbol de vida,
- ayúdanos a ser conscientes del don de la gracia.
Tú, que te compadeciste de las mujeres de Jerusalén,
- enséñanos a amar a los pobres, a los enfermos y a todos los que necesitan de nuestra ayuda.
Tú, que venciste el odio con amor,
- no permitas que seamos seducidos por el pecado.
No podemos olvidar los sufrimientos de Jesús en su pasión. Por eso también nos mueve a pedir con confianza:
R/ Señor, escucha y ten piedad.
Maestro bueno, enséñanos a amarte en los hermanos,
- y a servirte en cada uno de ellos.
Tú, que en la cruz pediste al Padre que perdonara a quienes te maltrataban,
- haz que perdonemos a nuestros enemigos y oremos por quienes nos han ofendido.
Tú, que sufriste la soledad del huerto de los Olivos,
- acuérdate de todos los que han perdido a sus familiares, se sienten abandonados o no encuentran amigos.
A ti, que cargaste con los pecados de todos,
- te encomendamos especialmente a los enfermos psíquicos y a los que sufren limitaciones físicas que les dificultan la vida social.
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