"Es más fácil que un camellos pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos" (Mt 19,24). El rico que no obra como Jesús quiere, se juega la eternidad.
Pero todos somos ricos, mientras Jesús no llegue a vivir en nosotros en toda su plenitud. Incluso el pobre que lleva en su alforja un solo pedazo de pan y blasfema si alguien se lo toca, es un rico igual que los demás. Su corazón está apegado a algo que no es Dios. Y si no se hace pobre según el Evangelio, no entrará en el Reino de los Cielos. La senda que sube hasta allí es estrecha, y por ella sólo pasa la nada.
Hay quien es rico en ciencia y la satisfacción que ésta le produce le impide la entrada en el Reino y la entrada del Reino en él; por lo cual el Espíritu de la Sabiduría de Dios no tiene sitio en su alma.
Hay quien es rico de presunción, de jactancia, de afectos humanos y, hasta que no se desprende de todo eso, no es de Dios. Hay que quitarse todo del corazón para poner a Dios en él, y todo lo creado según el orden de Dios.
Hay quien es rico de preocupaciones y no sabe ponerlas en el Corazón de Dios y está atormentado. No tiene la alegría, la paz y la caridad que son del Reino de los Cielos.
No pasa.
Hay quien es rico de sus propios pecados y los llora y se tortura, en vez de quemarlos en la misericordia de Dios y mirar hacia adelante, amando a Dios y al prójimo por el tiempo que no ha amado. CHIARA LUBICH
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