miércoles, 2 de noviembre de 2011

Descansad

Javier Leoz

Descansad; descansad en las manos que, por ser tan grandes
sólo pueden ser las manos de Dios
Vivid; vivid en aquella ciudad que –sin penas ni tristezas-
sólo puede ser la Ciudad de Dios
Esperad; esperad el último día, pues por estar ya dormidos
para vosotros será un pronto despertad
Orad; orad por los que aquí quedamos,
pues bien sabemos que, nuestra hora, es hora incierta
nuestro mañana, un tanto inseguro
y nuestra fragilidad brota por los cuatro costados
Descansad; hermanos, descansad;
vivisteis y, Dios, os guió con mano providente
Sufristeis: pero ¿quién sabe si ahora no estaréis
descubriendo la otra cara de esa sufrida moneda?
Llorasteis; pero hoy con el pañuelo amoroso del Padre
os sentís reconfortados y consolados
Amasteis; y como un gran capital que nunca decrece,
presentáis las buenas acciones de vuestro ser
los detalles de tanta delicadeza repartida
la suavidad de las palabras que no quisieron herir
la prudencia de los silencios que fueron vuestro baluarte
Sí, hermanos, descansad en las manos de Dios
Porque, en el camino que Cristo os enseñó,
intentasteis llevar una vida y agradable
Con lágrimas y dolor
Con aciertos y fracasos
Con virtudes y pecados
Como los atletas en el estadio o en la competición,
estuvisteis corriendo hacia la meta
arropados y empujados por el Espíritu
enamorados por Jesucristo
atraídos por el amor infinito del Padre
Sí, hermanos, padres, amigos, compañeros,
sacerdotes, y tantos que estáis ya al otro lado:
Descansad y pedid por aquellos que
pensando que somos eternos
un día junto a vosotros también estaremos.
en espera de la resurrección final y definitiva.
Amén.

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