lunes, 31 de octubre de 2011

Servidores de la Palabra

…”Toda palabra de Cristo es buena, tiene su misión y su finalidad, no cae en tierra. Es imposible que él haya pronunciado jamás palabras efímeras, él, que es el Verbo de Dios, expresando según su buen parecer los profundos consejos y la santa voluntad del Dios invisible. Es buena toda palabra de Cristo. Aunque sus proposiciones nos hayan sido transmitidas por gente ordinaria, podemos estar ciertos que nada de lo que se ha conservado –tanto si se trata de palabras dirigidas a un discípulo o a un contradictor, como si se trata de advertencias, pareceres, correcciones, palabras de consuelo, persuasión o condenación- nada de todo eso no tiene un significado puramente accidental, un alcance limitado o parcial...

Por el contrario, todas las palabras sagradas de Cristo, aunque revestidas de forma temporal y ordenadas a un fin inmediato -por esto mismo difíciles de liberarse de lo que en ellas mismas hay de momentáneo y contingente- no por ello dejan de conservar toda su fuerza en cada época. Permaneciendo en la Iglesia están destinadas a seguir siendo válidas en el cielo (cfr Mt 24,35) y se prolongan hasta la eternidad. Son nuestra regla santa, justa y buena la «lámpara para nuestros pasos, luz en nuestros senderos» (Sl 118, 105), tan plena e íntimamente válidas para nuestro tiempo que cuando fueron pronunciadas.

Esto hubiera sido igualmente verdad si, con una sencilla atención humana, alguien hubiera recogido las migajas de la mesa de Cristo. Pero nosotros tenemos una seguridad mucho mayor porque lo recibimos no de los hombres sino de Dios (1Tes 2,13). El Espíritu Santo, que glorificó a Cristo y dio a los evangelistas la inspiración de escribir, no trazó para nosotros un Evangelio estéril. Alabado sea por haber escogido y salvaguardado para nosotros las palabras que debían ser particularmente útiles para el porvenir; palabras que servirían de ley a la Iglesia para la fe, la moral y la disciplina. No una ley escrita sobre tablas de piedra (Ex 24,12), sino una ley de fe y de amor, de espíritu y no de letra, (Rm 7,6), una ley para los corazones generosos que aceptan «vivir de toda palabra», por humilde y modesta que sea, «que sale de la boca de Dios»”… (Dt 8,3; Mt 4,4).

Cardenal John Henry Newman (1801-1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo - Sermón «The Good Part of Mary», PPS, III 22

domingo, 30 de octubre de 2011

Domingo XXXI del T.O.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:

-- En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

sábado, 29 de octubre de 2011

viernes, 28 de octubre de 2011

Hazme vivir, Señor, como Tú dices y vives

Que haga, no aquello que el mundo espera,
sino aquello que Tú deseas:
para construir tu Reino siendo tu sal y tu luz
Con tu fuerza, Señor, y en tu Palabra
que viva con el fervor de tus discípulos
con la sencillez de María
o arropado con el testimonio de los mártires
Pero, Señor, que no viva de espaldas a tu Verdad:
que mi “sí” a tu voluntad,
se manifieste en un compromiso sincero por un mundo mejor
que mi “si” a tu Palabra
sea luego imagen real de lo que pienso y realizo
Que lejos de desafinar en mi existencia cristiana
sepa armonizar mi idea, con mi práctica
mis ilusiones, con mis realidades
mis anhelos, con mis luchas diarias
mi amistad contigo, con la fraternidad del día a día
HAZME VIVIR, SEÑOR, COMO TU DICES Y VIVES
Sin dividir mi estancia contigo, del servicio a los demás
la oración que te contempla y te necesita
del trabajo que me aguarda en la tierra que me espera
Sin olvidar que, aún mirándote con mis ojos,
o escuchándote con mis oídos
me faltará por recorrer el camino del recio compromiso
de la vida que se ofrece sin medida
de los gestos de perdón o de confianza.
HAZME VIVIR, SEÑOR, COMO TU DICES Y VIVES
Desviviéndote, en tu intimidad con el Padre
y deshaciéndote por la salvación de la humanidad
Guiándote por la mano del Padre
y dirigiendo con la tuya el camino del que te desea y busca
Proclamando la bondad de Dios en un mundo egoísta
y mostrando, con tus heridas y tu cruz,
que tu vida no es solo palabra…no solo proyectos…
que, tu vida, es hacer aquello que vives: ¡DIOS!
Javier Leoz

miércoles, 26 de octubre de 2011

martes, 25 de octubre de 2011

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

En este sentido, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, solo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (cf. Jn 13,1; 19,30).

Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente « vida ». Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza que hemos encontrado en el rito del Bautismo: de la fe se espera la « vida eterna », la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es sencillamente vida en toda su plenitud. Jesús que dijo de sí mismo que había venido para que nosotros tengamos la vida y la tengamos en plenitud, en abundancia (cf. Jn 10,10), nos explicó también qué significa « vida »: « Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo » (Jn 17,3).

La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco solo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces « vivimos ».

BENEDICTO XVI - SPE SALVI

lunes, 24 de octubre de 2011

domingo, 23 de octubre de 2011

Domingo XXX del T.O.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

-- Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

Él le dijo:

--“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

viernes, 21 de octubre de 2011

Preces para el DOMUND

Dios nos ama y sabe lo que necesitamos; por eso abrimos con confianza nuestro corazón a la oración diciendo:
R./ Padre nuestro, escúchanos.

· Por el Papa, para que fomente en toda la Iglesia la conciencia del amor universal y de la responsabilidad
por la evangelización de todos los pueblos. Oremos.

· Por los obispos, sacerdotes y todos los agentes de pastoral, para que cuiden siempre la formación
misionera de todo el pueblo de Dios de modo que se sienta enviado a la misión. Oremos.

· Por los misioneros y misioneras esparcidos por todo el mundo, para que el amor a Dios y al prójimo
sea siempre la fuerza y el único criterio de todas sus actividades. Oremos.

· Por las personas que sufren en su cuerpo o en su espíritu, para que el amor de Dios y la cercanía de
los demás les llenen de esperanza. Oremos.

· Por todas las comunidades cristianas, para que sean generosas en su cooperación misionera universal,
tanto en la espiritual y en la económica, como en la vocacional. Oremos.

· Por nosotros, para que la escucha de la Palabra y la celebración de la eucaristía nos impulsen a amar y
nos lleven a dar cumplimiento al envío del Señor a sus discípulos. Oremos.

Recibe, Padre, las oraciones que te presentamos y haznos generosos en el servicio a ti y al prójimo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.

jueves, 20 de octubre de 2011

miércoles, 19 de octubre de 2011

Padre Nuestro Misionero

Padre nuestro que estás en el cielo... Creemos ¡oh Dios! que eres nuestro Padre porque nos lo ha revelado Jesús. Pero hay una multitud de hombres que todavía ignoran el amor de tu corazón paternal y no saben rezarte la oración que tu mismo Hijo nos enseñó.


Santificado sea tu nombre... en tu nombre está encerrado el mensaje de tu amor y la historia de nuestra salvación. Anunciando a los pueblos tu paternidad, la Iglesia misionera te hace conocer a Ti y a tu enviado Jesucristo.


Venga a nosotros tu Reino... porque sólo en tu Reino, llegamos a ser hijos tuyos y hermanos entre nosotros. Tu Reino de paz, de fe y caridad implantan los misioneros en el corazón de la humanidad.


Hágase tu voluntad... Conocerte a Ti, reconocerte en Cristo y amarte en el Espíritu Santo es tu voluntad. Sálvanos, Padre, para que podamos salvar a nuestros hermanos y se cumpla así el deseo de tu hijo: "que haya un sólo rebaño y un sólo pastor".


Danos hoy nuestro pan de cada día. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" y este pan de tu palabra el mundo lo reclama. Envía predicadores de tu Evangelio para saciar a la multitud hambrienta y sedienta de justicia y amor.


Perdona nuestras ofensas... porque hemos pensado poco en nuestro deber de llevar a los que no te conocen la fe que recibimos gratuitamente. Perdónanos, Señor, porque no comprendemos todavía, la grandeza de la misericordia hacia los más necesitados.


No nos dejes caer en la tentación... de escandalizarnos, ni de desconfiar de tu providencia amorosa ante aquellos que o creen, después de dos mil años de la muerte en la cruz de tu hijo por nosotros.


Líbranos del mal... de ser insensibles a las necesidades de los que aún no te conocen. De este mal de la indiferencia, líbranos, Señor.


Amén.

lunes, 17 de octubre de 2011

He querido morir por ti

Las miserias del hombres son para Mí las mejores ocasiones para probarles Mi Omnipotencia. Si el pecador yace postrado por sus culpas, ¿cómo puedo demostrarle mejor amor y poder, si él se mueve a dejar el pecado? Amor porque fácilmente lo perdono. Poder porque transformo al repugnante en hermoso, al malo en bueno. Y de este amor, tú puedes dar buen testimonio.

¡Oh, cuán amada Me eres! He querido morir por tí y moriría de nuevo para poder glorificarte junto a Mí. Tú formas parte de un selecto grupo de almas compañeras de Mi Pasión. Y mientras más te acerques a Mí, más serás tentada y mientras más triunfes, más dones te otorgaré. ¿Qué no te daría a tí, que luchas sólo por agradarme, mientras que casi todos Me rodean por sus intereses? ¡Oh, cuán poco se asemejan a Mí las almas que piensan sólo en su provecho!

Debes entender que Mi sacrificio fue total, es decir un beneficio, ya que desde la eternidad poseo la Felicidad en esencia y Mi Humanidad misma glorificada, no puede añadir nada a la infinitud de Mi felicidad sino de una manera accidental.

¿Ves cuánto camino has recorrido? Pues bien, Yo te guié, te moderé, te vencí, te detuve y te impulsé hacia Mí. Y si no hubiese hecho todo esto, ahora serías una de Mis peores criaturas. En cambio, con Mi don de Amor, has llegado a ser un cofre, al que deberán tener acceso muchos y no sufras, como lo estás haciendo. Yo te mando que escribas, porque Soy Yo quien así lo había dispuesto para confundir a quienes siendo necios se creen sabios.

Jesús

¿Olvidamos, aquello que Dios, ha hecho por nosotros?

domingo, 16 de octubre de 2011

Domingo XXIX del T.O.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:

-- Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:-- Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. Le presentaron un denario. Él les preguntó:-- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?Le respondieron:-- Del César.Entonces les replicó:-- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

sábado, 15 de octubre de 2011

Solemnidad de Nuestra Madre Santa Teresa de Jesús


Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

Nace en Ávila el 28 de marzo de 1515. Entra en la Encarnación el 2 de noviembre de 1535. Funda en Ávila el primer monasterio de carmelitas descalzas con el título de San José el 24 de agosto de 1562. Inaugura el primer convento de frailes contemplativos en Duruelo el 28 de noviembre de 1568. Llegará a fundar 32 casas. Hija de la Iglesia, muere en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Gracias a sus obras -entre las que destacan el Libro de la vida, el Camina de perfección, Lar Moradas y las Fundaciones- ha ejercido en el pueblo de Dios un luminoso y fecundo magisterio, que Pablo VI iba a reconocer solemnemente, declarándola doctora de la Iglesia universal el 27 de septiembre de 1970. Teresa, nuestra madre, maestra de oración en el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano, se nos presenta en la Liturgia de este día con toda su belleza espiritual. A través de los textos del Oficio, el recuerdo de la Santa se transforma en alabanza a Dios que la enriqueció tan sin medida, y en plegaria ferviente pidiendo por la santidad de la Iglesia. Palabra de Dios y palabras de Teresa, entrelazadas, forman el texto de la Liturgia de las Horas. En comunión espiritual con su madre, el Carmelo ofrece hoy el sacrificio de alabanza como eco de la voz glorificadora de quien vive ya en las moradas de la casa del Padre.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Oración de Juan Pablo II a la Virgen del Pilar

Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y él sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.

martes, 11 de octubre de 2011

50 años del Concilio Vaticano II, en recuerdo del Beato Juan XXIII



(José Luis González-Balado, escritor).- El 11 de octubre de 2011 -escribo en la víspera- se cumple medio siglo desde la inauguración del Concilio Vaticano II. Uno estuvo presente en calidad de juvenil aprendiz de periodista. El excepcional evento tuvo lugar en la Basílica de San Pedro. Al humilde Protagonista de la inauguración, Juan XXIII, se le escapó aquel mismo día, convertido en circunstancial cronista de lo sucedido, que "ni siquiera la Basílica de San Pedro, en sus cuatro siglos de historia, ha podido contemplar un espectáculo de tales dimensiones".

No recuerdo que en ocasión alguna se hayan reunido, por primera vez, tantos obispos, que entonces eran dos mil y algún centenar. Asistieron también miembros de familias reales, representantes de la nobleza, embajadores, invitados especiales... Los miembros de la Capilla Sixtina lanzaron al aire sus más sonoros gorjeos. Todo un espectáculo que no pudo estropear, como hubiera ocurrido hoy, una televisión que aún estaba poco menos que en pañales.

El discurso de Juan XXIII en la circunstancia fue de los menos retóricos y más coherentes de los oradores papales, episcopales y clericales con que ha contado la institución eclesiástica. Tuvo párrafos inolvidables, que prolongan el recuerdo de uno de los papas -uno se arriesga pensar- más digno e inolvidable de la historia.

Como cuando dijo: "En el diario desempeño del ministerio pastoral, hieren a veces mis oídos insinuaciones de almas, posiblemente ardientes de celo pero escasas de sentido de discreción y equilibrio que en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina. Van diciendo que nuestro tiempo, comparado con los que quedan atrás, ha empeorado. Y se conducen como si nada hubiesen aprendido de la historia, no obstante ser "maestra de la vida", y como si en tiempos de anteriores concilios ecuménicos todo se desarrollase en triunfo absoluto del ideal y de la vida cristiana y de una auténtica libertad religiosa".

Y, llegado aquí, el buen Papa Giovanni soltó una expresión que mantiene total validez medio siglo más tarde: "Personalmente, considero mi deber manifestarme en desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian permanentes desastres infaustos cual si estuviese a punto de producirse el fin del mundo".

Fue extenso el discurso de Juan XXIII inaugurando el Concilio que él había convocado. Recordando su exquisita bondad evangélica, aquí se citan de preferencia textos que ponen de relieve tal bondad. Uno de ellos es, entre muchos, el siguiente: "La Iglesia se ha opuesto siempre a los errores, a menudo condenándolos con máxima severidad. Sin embargo hoy la Esposa de Cristo ama recurrir a la medicina de la misericordia antes que a la severidad. De hecho, más que con la condena, prefiere ir al encuentro de las necesidades de hoy dando muestras de la validez de su doctrina".

La inauguración de su Concilio fue una ocasión más, aunque no la única, en que Juan XXIII dio muestra espontánea y natural de una bondad que se recuerda y seguirá recordando como la más exquisita encarnada por el cristiano singular que fue él. En realidad, la bondad humilde y sencilla había sido y siguió siendo característica suya en cada uno de los 81 años que tenía ya a sus espaldas en aquel momento, y que alcanzaría su cenit en los aproximados ocho meses que aún le quedaban de vida, cuando ya sabía que estaba afecto de un cáncer mortal. Lo sabía y llevaba con serenidad y discreción.

Aquel 11 de octubre de hace exactamente 50 años las sorpresas que nos dejó en el recuerdo Juan XXIII fueron algo así como la culminación de otras no menos auténticas. ¡Qué sorpresa más feliz, por ejemplo -uno la recuerda también- la del 28 de octubre de 1958! Veinte días antes había fallecido Pío XII. En clima de precónclave, se pronosticaba por medio mundo la imposibilidad de que existiese, entre los cardenales del momento, un candidato para sucederle a la altura de Eugenio Pacelli.

Se citaban nombres pero uno no recuerda que figurase entre ellos el del Angelo Roncalli patriarca de Venecia. ¡Qué sorpresa más feliz cuando afloró su nombre y primeros datos, transformado en Juan XXIII! ¡Cuántas sorpresas más en sus -resumiendo- 81 años y 6 meses de vida, de los cuales 59 de sacerdocio, 38 de episcopado, y 5 de sumo pontificado! Sorpresa también excepcional relacionada con el acontecimiento del 11 de octubre de 1962 fue la que circuló el 25 de enero de 1959 dando eco al anuncio de la convocatoria de un Concilio ecuménico que habría de ser el Vaticano II.

Sorpresas sustentadas en una sencillez evangélica que nada tenía que ver con afán de originalidad sino de coherencia evangélica. Algunas tan simples como la que presenciamos cuantos abarrotábamos la Basílica de San Pedro la mañana del citado 11/10/1962. En la silla gestatoria, a hombros de los sediari, entró por la puerta principal el Papa que había convocado el Concilio, acogido por atronadores aplausos. Y de improviso, con total sencillez, se apeó de la silla y, con sus 81 años, se puso a caminar a pie Basílica arriba, con menoscabo de su "visibilidad".

Más tarde daría la explicación del gesto: quiso sumarse, en igualdad, a los obispos que llenaban la basílica, renunciando al convencionalismo de la superior dignidad de Papa y ateniéndose a la sacramental de obispo. En realidad ya había venido actuando desde el momento de la elección como simple obispo, visitando, en los sábados de la cuaresma, las parroquias más humildes y periféricas de su diócesis romana. Un gesto pastoral que "heredaron" sus sucesores pese a que no había cultivado un Pío XII de nacimiento romano de Roma, ni sus predecesores. Otros gestos importantes heredarían de él los papas venidos después. Por ejemplo, el encuentro semanal con los peregrinos, o el Angelus de los domingos y días de fiesta...

Lo observado y vivido por la mañana de aquel 11 de octubre de 1962 te -me- había dejado más que emocionado. En una Basílica y Plaza de San Pedro abarrotadas sólo había visto lo principal. Por la noche quise seguir el telegiornale de una RAI entonces televisión única en una Italia sin parecido con la más tarde -¡hoy!- contagiada por la nada ejemplar "gobernanza" de alguien que ostenta, con sentido de irónica paradoja, el apelativo de Il Cavaliere. No recuerdo si, en lo que duró el noticiario televisivo se aludió a otras contingencias de la escena mundial. Lo que te interesaba era, sobre todo, lo ocurrido por la mañana.

Pero sí: relacionado con lo de la mañana, hubo algo que sonó a pertinente apéndice, que la RAI grabó y transmitió en riguroso directo. A aquella hora, los jóvenes cristianos de Roma, ya fueran de adhesión espontánea o de afiliación formal, montaron una espectacular serenata de lámparas, cantos y oraciones. Desde diferentes rincones de la ciudad, terminaron en la Plaza de San Pedro. Estaba claro: querían homenajear al entrañable Papa Giovanni. Las cámaras de televisión mezclaban en el enfoque los rostros de los jóvenes cantando y rezando con sus miradas orientadas hacia el balcón detrás del cual se suponía que estaba el venerado Santo Viviente Juan XXIII.

El comentarista de la RAI lo insinuó varias veces, mezclando el deseo con la intuición. Los espectadores televisivos lo esperábamos y deseábamos. Los jóvenes oficial y/o implícitamente cristianos no menos. Estábamos convencidos de que el Papa terminaría asomándose para corresponder a unos y a otros, por muy cansado que estuviera.

Su fidelísimo secretario -Monseñor Loris F. Capovilla, que a sus 95 años aún vive con excepcionales lucidez y "testimonialidad roncalliana"- explicaría por qué Juan XXIII se resistió a asomarse al balcón. Con sentido fiel de "colegialidad", en una Roma adonde más que nunca en la historia habían confluido todos los obispos del mundo, se resistía a quedarse en exclusiva con un homenaje tan excepcional. Sí, se lo he oído a un Loris Capovilla al que debo -¡y profeso!- una generosa amistad: tuvieron que insistirle, él y otro excepcional colaborador y amigo de Angelo/Giovanni Roncalli, Monseñor Angelo Dell'Acqua. Al fin, coincidentes ambos, Capovilla y Dell'Acqua en el amistoso razonamiento, lograron quebrar su convencida resistencia. Les prometió que sí, que asomaría para decir un par de palabras.

Un par de palabras improvisadas que la RAI empalmó, sin haberlo previsto, a su telegiornale. Que muchos, quién sabe cuántos por más que el telediario no se daba en eurovisión ni aún menos en directo mundial, seguimos considerando como uno de los más genuinos y espontáneos discursos del inolvidable y ¡Santo! Papa Giovanni. Un par de palabras que fueron algunas más. Las siguientes:

‹ "¡Mis queridos hijos! Oigo vuestras voces. La mía no es más que una voz, pero resume la voz del mundo entero. Aquí, de hecho, todo el mundo está representado. Diríase que hasta la luna se ha apresurado esta noche. Vedla allá en lo alto observando este espectáculo. Es que estamos concluyendo una gran jornada de paz. Sí, de paz. ‘Gloria a Dios, y paz a los hombres de buena voluntad' (Lc 2,14). ›

‹ "Conviene repetir a menudo esta invocación. Especialmente cuando percibimos que en verdad el rayo y la dulzura del Señor nos unen y se adueñan de nosotros, decimos: He aquí un anticipo de lo que debería ser la vida para siempre, de todos los siglos, y de la vida que nos aguarda para la eternidad.
"Si preguntase, si pudiese hacerlo en este momento a cada uno de vosotros: ‘¿De dónde viene usted?' Los hijos de Roma, representados de manera especial en este caso, contestarían: ‘¡Oh! Nosotros somos sus hijos más cercanos: usted es nuestro obispo, el obispo de Roma'. ›

‹ "Pues bien, hijos míos de Roma; vosotros sois conscientes de que representáis de veras a Roma la capital del mundo, tal como por designio de la Providencia está llamada a ser en orden a la difusión de la verdad y de la paz cristiana. En estas palabras se contiene la respuesta a vuestro homenaje.
"Mi persona no vale nada. Se trata simplemente de un hermano que os habla, de un hermano convertido en padre por voluntad de nuestro Señor. Pero todo unido, paternidad y fraternidad, es gracia de Dios. ¡Todo! ¡Todo! ›

‹ "Sigamos pues amándonos, amándonos de esta manera. Y en el encuentro prosigamos aceptando lo que nos une, dejando a un lado, si lo hay, lo que pudiera constituir dificultad.
"Fratres sumus! ¡Somos hermanos! La luz que resplandece sobre nosotros, que está en nuestros corazones y en nuestras conciencias, es luz de Cristo, que quiere dominar, con su gracia, las almas todas. ›

‹ "Esta mañana hemos disfrutado de una visión que ni aun la Basílica de San Pedro, en sus cuatro siglos de historia, había contemplado jamás. Pertenecemos pues a una época en la que permanecemos sensibles a las llamadas de lo alto. Por ello deseamos ser fieles y mantenernos en la dirección que Cristo bendito nos ha dejado. ›

‹ "Ahora os quiero dar la bendición. Me gusta invitar a mi lado a la Santísima Virgen Inmaculada, de la que hoy celebramos la excelsa prerrogativa. Me ha parecido escuchar a alguno de vosotros evocar Éfeso y las lámparas encendidas alrededor de la basílica de aquella ciudad con motivo del tercer Concilio ecuménico del 431. Tuve la oportunidad de ver con mis propios ojos, hace algunos años, los recuerdos de aquella ciudad que evocan la proclamación del dogma de la Maternidad divina de María. ›

‹ "Pues bien, invocándola, elevando todos unidos las miradas hacia Jesús, su Hijo, haciendo presente todo lo que lleváis en vosotros y en vuestras familias, de alegría, de paz y un poco también de dolor y de tristeza, aceptad con buena disposición esta bendición del Padre. En este momento, el espectáculo que se me brinda es tal que permanecerá largamente en mi alma de igual manera que ha de permanecer en las vuestras. Hagamos honor a la impresión de una hora tan preciosa. Sean siempre nuestros sentimientos los que en este momento expresamos delante del cielo y ante la tierra: fe, esperanza, caridad. Amor a Dios, amor a los hermanos. Y luego, todos unidos, sostenidos por la paz del Señor, prosigamos adelante en las obras de bien. ›

‹ "Al volver a casa, encontraréis a los hijos: hacedles una caricia diciéndoles: ‘¡Ésta es la caricia del Papa!' Es posible que encontréis alguna lágrima que enjugar. Tened, para quien sufre, una palabra de consuelo. Que los afligidos sepan que el Papa está con sus hijos de manera especial en las horas de tristeza y de amargura. ›

‹ "En fin. Recordemos todos, de manera especial, el vínculo de la caridad y, cantando, o suspirando, o llorando, pero siempre llenos de confianza en Cristo que nos ayuda y escucha, prosigamos serenos y confiados nuestro camino.
"A la bendición añado el deseo de buenas noches, recomendándoos que no os detengáis en la simple senda de buenos propósitos. ›

‹ "Hoy, bien puede decirse, estamos empezando un año que traerá consigo gracias insignes. Ha comenzado el Concilio y no sabemos cuándo concluirá. Si no hubiese de concluir antes de Navidad, toda vez que acaso no podamos conseguir, para tal fecha, decirlo todo y tratar todos los temas, será necesario otro encuentro. Pues bien: la perspectiva de volvernos a encontrar de nuevo cor unum et anima una (en un solo corazón y una sola alma) debe siempre alegrar nuestras almas, a nuestras familias, a Roma y al mundo. Bien vengan, pues, días tales. Los aguardamos con íntimo gozo".

lunes, 10 de octubre de 2011

Noticias

El P. Evelio Serna ha sido operado el pasado viernes de la rodilla, en la clínica Mompía de Santander. Se recupera favoráblemente y el médico le ha recomendado andar. Esperamos que para el fin de semana le den el alta médica. Recemos por el y por todos los enfermos por los que nadie reza.

El miércoles 12 es la Festividad de la Virgen del Pilar, con tal motivo, a las 12,30h como viene siendo costumbre en años pasados, la Guardia Civil de Reinosa y Espinilla celebrará a su Patrona en nuestra Iglesia del Carmen. Estamos todos invitados a dar gracias a Nuestra Señora por la vocación a la que han sido llamados al servicio de la sociedad.

Desde el jueves 13 antes de la Eucaristía de 20.00h, celebraremos un triduo en honor a Santa Teresa de Jesús, nuestra Madre. El ejercicio del Triduo acompañará a la predicación en la Eucaristía, animada con cantos teresianos. El día 15 a las 8 de la tarde, celebraremos solemnemente a Santa Teresa. Es el día de la Familia Carmelitana y el comienzo del Nuevo Curso Pastoral 2011-2012.

domingo, 9 de octubre de 2011

Domingo XXVIII del T.O.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 1-14

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

--El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Hazme un istrumento de tu paz

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

San Francisco de Asís

sábado, 1 de octubre de 2011

Santa Teresa del Niño Jesús

Parroquia
«Nuestra Señora de Begoña»
Padres Carmelitas
Gijón

«Jesús, Amor mío..., al fin he encontrado mi vocación ¡Mi vocación es el Amor...!
En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor... Así lo seré todo...»
(Historia de un alma, Ms B 3v)

ENTREVISTA A SANTA TERESITA

I.- NACIMIENTO Y PRIMEROS AÑOS

1.- ¿Dónde naciste, Teresita?
Nací en Alençon, al norte de Francia, el jueves 2 de enero de 1873.

2.- ¿Quiénes fueron tus padres?
Mi padre se llamaba Luis Martin, y tenía una relojería-joyería, que luego vendió para llevar la contabilidad del negocio de mi madre.
Mi madre se llamaba Celia Guérin, y tenía un taller de «punto de Alençon», una clase de encaje muy apreciado en Francia.

3.- Dónde te bautizaron?
En la iglesia de Nuestra Señora, a los dos días de nacer.

4.- ¿Quiénes fueron tus padrinos?
Mi hermana mayor, María, y Pablo Alberto Boul, ambos de 13 años de edad.

5.- ¿Qué nombre te pusieron en el bautismo?
María Francisca Teresa. Pero siempre me llamaron por este último nombre.

6.- ¿Cuántos hermanos tuviste?
Fuimos 9 hermanos, dos varoncitos y cuatro niñas; los dos varones y tres de las niñas murieron en edad muy temprana (entre los 2 meses y los 5 años de vida); las cuatro restantes nos hicimos monjas, cuatro carmelitas en Lisieux y una salesa. A todos nos pusieron como primer nombre «María», incluso a los varones.

7.- ¿Cómo fue tu niñez?
A los dos meses de nacer, caí muy enfermita. Tanto, que mi mamá temió que también yo me muriese. El médico ordenó que me llevasen a criar con una nodriza en el campo. Un año y un mes después volvía al hogar, sana y rolliza como una campesina.

8.- ¿Y al volver a tu casa?
Tuve una niñez feliz, si puede haberla en la tierra. Era alegre, vivaracha, querida y mimada por todos. La alegría de la casa. Hasta que murió mi mamá...

9.- ¿Cuándo murió tu mamá?
El 28 de agosto de 1877, a causa de un cáncer, a los 45 años. Yo tenía 4 y 8 meses. Fue un golpe terrible. No pude derramar una sola lágrima. Pe-ro a partir de entonces, mi carácter cambió por completo: me volví tímida y extremadamente sensible; lloraba por cualquier cosa, y luego vol-vía a llorar por haber llorado...

10.- ¿Y tu papá?
El 29 de julio de 1894, a punto de cumplir 71 años. Su enfermedad fue una de las mayores cruces de mi vida: mi papaíto querido, poco a poco, fue perdiendo la razón, hasta el punto de tener que ser ingresado durante tres años en un sanatorio psiquiátrico. ¡Mi rey adorado, en un manicomio...! Mis hermanas Leonia y Celina fueron para él dos ángeles custodios, que no se separaron de su lado. Y mis tíos Celia e Isidoro y sus hijas, lo mismo. Sólo Dios sabe lo que sufrimos. Pero hoy los considero como los años más ricos de nuestra vida. Yo me sumergí en la contemplación del rostro desfigurado de Jesús: mi papaíto querido era una imagen de esa Faz desfigurada.

11.- ¿Dónde hiciste tus estudios?
Primero en casa, con mis hermanas María y Paulina. A los 8 años y medio ingresé como medio-pensionista en el colegio de las Benedictinas de Lisieux, adonde nos trasladamos a vivir tras la muerte de mamá. Pero cinco años después, cuando Celina dejó la Abadía, la estancia allí se me hizo insoportable. Ansiedad, frecuentes dolores de cabeza... Mi papá decidió sacarme del internado (me faltaban dos años para terminar). Empecé a ir varias, veces a la semana, a clases particulares con la Sra. de Papinau.

12.- Tengo entendido que ya antes estuviste muy enferma...
Sí, en octubre de 1882, cuando yo tenía 9 años, Paulina entró de improviso en el Carmelo. Para mí fue un golpe terrible. Ella había sido mi se-gunda madre. «¡He perdido a mi Paulina!», pensé. Cinco meses después, se desencadena una ex-extraña y muy grave enfermedad: constantes do-lores de cabeza, fuertes temblores de todo el cuerpo, alucinaciones que se repiten varias veces al día, desvaríos... Papá llegó a pensar que «su hi-jita se iba a volver loca o que se iba a morir». Me curó misteriosamente la sonrisa de una estatua de la Virgen que mi hermana María había bajado a mi habitación.
Tres años más tarde, mi hemana María, mi ter-cera madre, entra también en el Carmelo, y mi afectividad, ya tan frágil, vuelve a re sentirse.

13.- ¿Cuándo decidiste hacerte monja?
Como le dije al Sr. Obispo de Bayeux, «deseo ser religiosa desde que tengo uso de razón». A mis 9 años, cuando Paulina me expli-có lo que era el Carmelo, com-prendí que ése era también el lugar donde Dios me quería. Pero tenía la certeza de que «quería ir al Carmelo, no por Paulina, sino sólo por Jesús».

14.- ¿Pero te costó lo tuyo entrar...?
Mucho más de lo que piensas. Yo me había fija-do la fecha del 25 de diciembre de 1887, aniversario del día en que Jesús secó la fuente de mis lágrimas, me hizo desprenderme de los pañales de la infancia «y comencé, por así decirlo, una carrera de gigante».
No me costó conseguir el permiso de papá. Pero todos los demás se opusieron decididamente: mi tío Isidoro, que era mi tutor, el superior del Carmelo, el obispo de Bayeux: para ellos, yo era todavía demasiado joven para tomar esa decisión.

15.- ¿Y te fuiste a Roma...?
En efecto. Acompañada de mi papá y de Celina, peregrinamos hasta Roma para pedirle al papa esa gracia. Pero tampoco él me la concedió:
- «Haz lo que te digan los superiores».
- «¡Pero, Santísimo Padre, si Usted dijese que sí, todo el mundo estaría de acuerdo...!»
Me miró fijamente y pronunció estas palabras, recalcando cada sílaba: «Vamos... vamos... Entra-rás si Dios lo quiere...». ¡Un fracaso total! Salí hecha un mar de lágrimas... Era el 20/11/1887.
El viaje de vuelta, al contrario que el de ida, fue muy triste.

16.- Y cuál fue el desenlace final?
El 1 de enero de 1888, el Obispo de Bayeux otor-ga el permiso tan deseado. Pero la comunidad aplaza tres meses mi entrada. Mi hermana Pau-lina (ya sor Inés) teme que el frío del invierno en el carmelo dañe a mi salud.
Finalmente, llegó la fecha anhelada: el 9 de abril franqueaba las puertas del carmelo de Lisieux. El 10 de enero de 1889 tomé el hábito de carmelita, y Jesús me hizo el inesperado regalo de una ne-vada, ¡con lo que me encanta a mí la nieve...! El 8 de septiembre del año siguiente, hice mi profe-sión, «inundada de un río de paz».


II.- CARMELITA «PARA SIEMPRE»

17.- ¿Qué sentiste al entrar en el Carmelo?
Al despedirme de mi padre y pedir su bendición, el corazon me latía con tanta fuerza, que creía morirme. Pero una vez cerrada la puerta de la clausura, me inundó una gran paz que no acierto a describir y que ya nunca me abandonó, ni siquiera en las mayores tribulaciones, que no fueron pocas ni pequeñas. «Sí, el sufrimiento me tendió los brazos, y yo me arrojé en ellos con amor...». Pero yo repetía, feliz, estas palabras: «¡Estoy aquí para siempre, para siempre...»!

18.- ¿Y cuál fue el secreto de tu santidad?
Yo siempre deseé ser una gran santa. Pero cuan-do me comparaba con los grandes santos, me sentía como un granito de arena comparado con una montaña cuya cumbre se pierde entre las nubes.
Así que, iluminada por la Biblia, decidí ser una santa pequeñita. Mi santidad debía consistir en el amor, pero en un amor como el de los niños: llenar de amor a Jesús las cosas sencillas y corrientes de cada día. Comer sin protestar lo que me servían, no frotarme en invierno las manos llenas de sabañones ni enjugarme en verano el sudor de la cara, callarme una palabra de réplica, no mezclarme en los chismes que surgían en la comunidad, doblegar mi amor propio; y sobre todo, dejar que Jesús amase a través de mí a mis hermanas, prestarles todos los servicios que podía, sin pedir nada a cambio; y sonreír, ofrecer siempre a todas mi mejor sonrisa.

19.- Una monja de clausura, patrona de las misio-nes. ¿Con qué se come eso?
Antes de hacer la profesión como carmelita, me hicieron la pregunta oficial: «¿Por qué has venido al Carmelo? –Vine para salvar almas, y, sobre todo, para rezar por los sacerdotes». Eso venía ya de antiguo. No quería acumular méritos para el cielo. Deseaba llegar a Dios «con las manos vacías»: que todos mis méritos fuesen a parar a la Iglesia y a las almas. Más tarde, la Madre Priora me encomendó orar especialmente por dos futuros misioneros. Me dediqué a ello con toda el alma. Los convertí en mis hermanos espirituales. Les escribí 17 cartas. Les prometí irme con ellos de misionera después de mi muerte. No quería estar sentadita en el cielo, mientras hubiese una sola alma que salvar... Y puedo asegurarte que, por la gracia de Dios, lo estoy cumpliendo...