domingo, 11 de noviembre de 2012

Vuelve a poner, Señor, en mí tus ojos

Vuelve a poner, Señor, en mí tus ojos,
puesto que tantas veces me miraste,
cuando de sombras vanas me sacaste
tras quien fui ciego en falsa luz de antojos.

 No sufra tu piedad largos enojos,
pues de inmortal, mortal carne tornaste;
que no es bien que del soto que plantaste
gocen tus enemigos los despojos.

Baste que al día mil veces lo han cazado
en tu desgracia y mía, sin ser suyo;
no lleven la ya leña estéril seca.
 Y si mil desengaños no han bastado a libertar a este hombre vil que peca,
llévale Tú por fuerza, pues es tuyo.


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