domingo, 13 de septiembre de 2009

Vive el Día del Señor

1. Llega con tiempo a la Eucaristía. Prepárate, antes de su inicio, en un ambiente de silencio.

2. Sitúate en los bancos de adelante. ¿Por qué preferimos primeros puestos en el mundo y los últimos en la iglesia?

3. Pon atención a la Palabra de Dios. Un buen comensal no es aquel que participa de una comida sino aquel que, antes que nada, escucha al anfitrión: el Señor.

4. Participa con entusiasmo e interés en las respuestas de la misa. Utiliza un “tono mayor” en tu voz. ¿Por qué tan extrovertidos en la calle y tan tímidos en el templo?

5. Arrodíllate en la consagración. ¡Sólo Dios es digno de ser adorado! ¿Qué no es importante eso? ¿Por qué nos arrodillamos ante tantas personas, situaciones y, en cambio, no lo hacemos ante Dios?

6. Abre tus manos en el Padrenuestro. Es Dios quien, cuando escucha nuestras oraciones, envía abundancia de bendiciones desde el cielo. ¡No dejes que vayan al suelo!

7. Comulga con delicadeza. Si estás cantando, deja de hacerlo. Responde ¡amén! ante la invitación del sacerdote: “el Cuerpo de Cristo”. Y, cuando regreses a tu sitio, olvídate de todo. Céntrate en Dios. Dale gracias por la comunión.

8. Antes de salir de la Eucaristía, si puedes y tienes tiempo (para ello hay que quererlo) permanece en la iglesia un momento. Medita lo que has escuchado y pide, al Señor del sagrario, que te dé fuerzas para practicarlo.

9. Porque somos familia, familia cristiana, comparte tus ilusiones y tus esperanzas con los que te rodean. Bendice la mesa al mediodía y, como colofón del Día del Señor, culmina el Domingo con una oración en familia.

10. Disfruta de los tuyos y con los tuyos. Visita a un amigo, tal vez te necesite. Asómate a la casa de aquel que esté enfermo. Sin saberlo tú…te echa en falta.

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