viernes, 25 de diciembre de 2009

Mensaje del P. General OCD


Haciéndose hombre, nos ha hecho participar de su naturaleza divina.


“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló”

Queridos hermanos y hermanas en el Carmelo de Santa Teresa: con estas palabras del profeta Isaías se abrirá la Liturgia de la Palabra en la misa de medianoche. La vigilia de Navidad, hija de la gran vigilia de la Pascua, nos trae, un año más, el anuncio de una gran noticia: “Hoy nos ha nacido un Salvador; el Mesías, el Señor”.

Con los pastores, escuchamos la voz del Ángel, que nos anuncia el cumplimiento de las promesas de Dios en un modo que desborda nuestros más hermosos sueños: en los brazos de María y de José encontramos un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre y, con los coros angélicos, cantamos llenos de alegría: “¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama!”

Dios nos ama, sí, al punto de tomar nuestra propia carne, de compartir nuestra vida, más allá de nuestros inexistentes méritos: “Ha aparecido la Bondad de Dios y su Amor por el hombre. No por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado”, nos dirá san Pablo. Descendiendo a la tierra, Cristo nos ha abierto el camino del cielo.

Haciéndose hombre, nos ha hecho participar de su naturaleza divina. En pasmo, junto a María, Reina y Madre del Carmelo, contemplamos el admirable intercambio: un Dios que llora y unos hombres que ríen.

No hay otro Camino, otra Verdad, otra Vida: sólo Cristo. Por él “somos, en esperanza, herederos de la vida eterna”. En su humanidad, carne que abraza nuestra carne, están todos los tesoros, ella es la puerta que nos abre el secreto del sentido de nuestra propia vida en comunión con Dios: “Para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere que sea por mano de esta humanidad Sacratísima, en quien dijo su majestad se deleita. Por esta puerta hemos de entrar si queremos que nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (Teresa de Jesús, Libro de la Vida).

Recibamos esta luz y portémosla a todos, seamos portavoces, con nuestra oración, nuestra vida de comunidad en abnegación y nuestro trabajo apostólico, de la misericordia que hoy se manifiesta ¡Feliz y Santa Navidad! ¡Feliz año 2010 en la paz de Cristo!

fr. Saverio Cannistrà, ocd Prep. Gen.

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