sábado, 5 de diciembre de 2009

Un corazón grande para entregarse

Saludemos a María en la mañana de este sabado. Que ella sea nuestra protectora y compañera durante este día:

Santa María, Madre de Dios,
conservadme un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente.
Dadme un corazón sencillo que no saboree las tristezas;
un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión;
un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guerde rencor por ningún mal.
Formadme un corazón manso y humilde, que ame sin exigir ser amado,
gozoso al desaparecer en otro corazón ante vuestro divino Hijo;
un corazón grande e indomable, que con ninguna ingratitud se cierre,
que con ninguna indiferencia se canse;
un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo,
herido de su amor con herida que sólo se cure en el cielo.

(Leoncio Grandmaison, S.J.)

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