viernes, 28 de mayo de 2010

A las Carmelitas contemplativas - Jornada Pro Orantibus

¡Felicidades a nuestras hermanas carmelitas contemplativas!

A las hermanas carmelitas contemplativas de la Provincia de San Juan de la Cruz de Burgos en América y en España, en la fiesta de la Santísima Trinidad:



“El día que comprendí esto (la presencia de la Trinidad en el cielo de mi alma) todo se iluminó en mi interior y querría contar muy bajito este secreto a todos los que amo para que también ellos se unan a Dios” (De nuestra hermana Isabel de la Trinidad).

Los hermanos del Carmelo nos acercamos a vuestra vida, contemplativa y, al ser conscientes de que pisamos terreno santo, nos descalzamos y nos sentamos juntos a vosotras para adorar el Misterio de la Trinidad que nos hace vivir. Sin muchas palabras, abrimos de par en par el corazón a la Fonte que mana y corre, respondemos asombrados a este Dios, mar sin riberas, que nos ha enamorado. “¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro!... ¡Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!” (Beata Isabel de la Trinidad).


Cristo, siempre Cristo, Hermosura que excede a todas las hermosuras, sentado en medio de vosotras y de nosotros, nos llama amigos y no se cansa de dar porque solo sabe amar: “Muchas cosas me quedan por deciros” (Jn 16,12). ¡Qué maravilla aprender, junto a vosotras, el arte de recibir tanto amor, con esa extraña sed que se excava en toda vida contemplativa! La Trinidad, Misterio de amor desbordante, nos acompaña en el camino. Bautizados en el nombre de la Trinidad, nuestra intimidad se convierte en interioridad habitada; su Presencia nos consagra. El Espíritu Santo, testigo escondido de esta Presencia, nos despierta para estar ante el Misterio y reaviva en todos la esperanza de encontrarnos un día con el Amor que nos espera, para un abrazo sin fin. Este don sin medida nos llena de alegría; tanta grandeza nos hace humildes y desata en vosotras y en nosotros ríos de alabanza. Muy cercanos a la humanidad dolorida, siempre nuestra, confesamos que la última palabra de la nueva humanidad será el canto, la fiesta, la danza. Toda la creación vibrará al son de la gracia. ¡Gloria a ti, Padre del amor! ¡Gloria a ti, Jesús de la gracia! ¡Gloria a ti, Espíritu de la comunión! Amén. Gracias, hermanas, por ser testigos de estas cosas.


Como un perfume, como una música para la danza, “el Espíritu de la Verdad, nos guía hasta la verdad plena” (Jn 16,13); entrando en nuestra morada nos enriquece con su luz para "andar en verdad delante de la misma Verdad” (V 40,3). La Trinidad, Misterio de la cercanía más cercana, nos regala un suelo de transparencia y sencillez para decirnos la vida con gestos sencillos y palabras de verdad. El Espíritu Santo nos guía a la verdad completa, nos descubre Quién es ese Huésped que habita nuestra tienda. Esta presencia embellece y dignifica a todo ser humano, de ahí el profundo respeto y cuidado hacia toda vida que respiramos en el Carmelo. Vosotras, con esa dignidad y libertad que nadie os puede arrebatar, nos decís que no es cuestión de prisas ni de logros que se alcancen con esfuerzo, que es cuestión de acogida, de aprender a recibir un río de gracia, que nos capacite para amar sin medida. Trinidad Santa, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Te confesamos y te bendecimos. ¡Señor, Dios nuestro! La contemplación del Misterio os lleva al asombro adorador, a una humilde presencia de gratuidad en medio de las gentes, a un canto de alabanza al son de la gracia con la música del amor. ¡Gracias, hermanas!



“Recibirá de mí lo que os irá comunicando” (Jn 16,14). La Trinidad, Misterio de intimidad y de comunicación, se convierte en poema de amor divino en lo humano (“hombre es amor, y Dios habita dentro de ese pecho y, profundo, en él se acalla”, según el canto de Dámaso Alonso), en humilde tarea cotidiana, en fuente inagotable de vida y alegría para el camino solidario del Carmelo. El Espíritu Santo, ¡comunicador!, nos recuerda ese gozo extraño de Dios de darse sin medida; como lámpara de fuego en toda cañada oscura, convierte lo invisible en visible, la comunión en comunicación, la presencia en testimonio, el amor callado en servicio gratuito. Así descubrimos la vida en el Carmelo, como una oportunidad para contar y cantar al mundo una historia de amor y libertad increíbles. ¡Gracias, hermanas, por atreveros a vivir un estilo de vida que solo se explica desde Dios! Trinidad Santa, “¿quién acabará de cantar tus misericordias y grandezas? Es imposible” (VIIM 1,1).



“Todo lo que tiene el Padre es mío” (Jn 16,15). La Trinidad, Misterio de comunión, se desvela ante nuestros ojos como un prodigio, permitiéndonos creer en los paisajes que todavía no existen. El Espíritu Santo nos sumerge en este mar sin fondo. Solo el asombro nos permite intuir tanta belleza. Todo lo que tiene el Padre se lo da a Jesús, y todo lo que Jesús tiene lo ha puesto gratuitamente en nuestras manos. Esto queremos ser en el Carmelo: un paisaje nuevo, una tierra nueva, un canto nuevo, un compromiso nuevo con la humanidad… compartido todo ello en gratuidad. ¡Qué maravilla vivir y respirar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! “Dios mío, Trinidad a quien adoro”. Vivamos, con María, una fiesta de adoración y de silencio. ¡Felicidades, hermanas! Recibid un abrazo entrañable de todos los hermanos que hacemos el camino con vosotras. Hacednos sitio, que queremos entrar también nosotros en esta fiesta de adoración y de silencio. De OCD BURGOS

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