martes, 5 de enero de 2010

En esta noche de Reyes,


Los Reyes Magos de Oriente
siguen, por su fe, a la estrella,
caminan hacia el Pesebre
con metafórica ofrenda.

El oro es fausto, riqueza;
incienso, aroma del alma,
y la mirra, panacea
para la materia humana.

Afirman que es el Mesías,
el rey de ricos y pobres,
de las almas redimidas,
de la eternidad del hombre.

El Niño admite la dádiva
como muestra de poder,
una muestra pobre y pálida
de lo que su Reino es.

El Rey, que todo lo puede,
nace y vive en la pobreza
y cuando por amor muere
es su cuerpo llaga abierta.

Por su sacrificio inmenso
para salvarnos del mal,
por su venida a este infierno,
le ofrezco amor, amistad.

Le doy todo lo que tengo,
le entrego mi corazón,
y aquí, en mi humano destierro,
Él es mi Rey y Señor.

En esta noche de Reyes,
todo mi oro, incienso y mirra,
si mi Niño-Dios lo quiere,
sea suyo con mi vida.

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